Cómo arden, arden
mientras van a morir empavesadas
las palabras.
Leñosas o verdes palabras.
Bajo su toca negra se enjaezan
con los mil tonos de la lumbre.
Y yo las lanzo a su destino;
en su rescoldo brillen.
Nunca Ceniza
¡Nunca será ceniza!
¡Fuego! ¡Fuego!
Impalpable coto de caza,
mundo de nuestro límites,
Inmenso.
Mundo con atadura de seda
y cerradura
con amoroso cerco de púas.
Mundo de nuestros límites:
hacia la media miel
la punzadura,
hacia la música el estruendo.
El paso llano
y a medio pie
el abismo.
¡Fuego, fuego!
¡Nunca será ceniza nuestro anhelo!
Intelectuales S.A.
Mientras tú trabajas,
yo pienso por ti.
Y si tú sufres,
yo sufro por ti.
Y si tú no comes,
yo ya comí.
Y si te matan
Yo no morí.
*Los poemas pertenecen al libro Soles
lunes, 29 de junio de 2009
LA HABITACIÓN DE DOLORES
Destellos de ochenta y tantos años
Por Eva Terán Fuentes
Charla, a ratos, de Dolores Castro con Juan Pablo de Ávila, Francisco Martínez Farfán, José Luis Justes, Carolina Barrera, Claudia Santana, Oscar Santos y Eva Terán durante su visita a Aguascalientes en el marco de los homenajes efectuados con motivo de su octogésimo aniversario en 2003.
Una mañana de junio. Año de 2003.
Allá, en las entrañas de la Casa Terán, la palabra de Dolores se diseminaba lentamente en las sensibilidades de quienes la rodeábamos.
Ambiente silenciado por la palabra. ¡Cómo nos ardían las palabras de Dolores!
Cómo arden, arden
Mientras van a morir empavesadas las palabras
Leñosas o verdes palabras
Palabras, maraña de palabras. Ochenta y tantos años de persistencia literaria. Ochenta y tantos años, iniciados aquí, en Aguas.
Aguascalientes, Zacatecas; Zacatecas, Aguascalientes, disputándose, envidiosas, su infancia. Infancia en lo agreste, infancia de violencia cristera. Infancia de incertidumbre; confusión de temores y aventuras. Infancia enfrentada entre el liberalismo paterno y el conservadurismo materno. Infancia de provincia. Provincia siempre añorada. Provincia de aburrimiento que, en momentos, le provocó la cavilación:
Todavía sigo creyendo que la provincia es la verdadera alma de México. La provincia es aburrida, pero el aburrimiento es algo que uno no debería de rechazar. Cuántas tardes de aburrimiento en domingo me hicieron a mí pensar en tantas cosas.
Aburrimiento que se fue diluyendo en la ciudad capital. Su hogar, siempre itinerante, deambulaba entre la Guerrero, las Lomas y la del Valle. Hogar de cinco hermanas. Hogar en el que el libro se convirtió en pilar central:
Mi padre, cuando estaba de buen humor, nos traducía del alemán cuentos. Era de pocas palabras y de mucho pensamiento y sensibilidad.
Algunos libros clásicos propiedad del señor Castro propiciaron su interés. Las lecturas del padre la tentaron hacia la literatura… entonces, Dolores comenzó a leer, a penetrar en el vasto mundo de las letras ¿Y cómo?, ingresando a la universidad, aunque para ello hubiese que caminar a contracorriente, por el solo hecho de ser mujer: “No faltaba quien le dijera a uno: las mujeres a la cocina”.
Pero no importaba. Juventud agitada, juventud que todo lo puede. Su juventud, caudal de vibraciones, de palpitaciones, de exaltaciones:
Mi juventud se tiende como el ala
rígida y negra de una golondrina.
Se me estremecen muy espesos árboles
y me duelen las aguas más tranquilas.
Juventud dispersa entre las Facultades de Filosofía y Derecho. Sí, había que estudiar leyes ante el temor del padre que “consideraba con toda razón que yo con la literatura no iba a vivir económicamente”.
Pero no fue así. Dolores optó por la pluma para dedicar sus tiempos a la tarea de escribir. Así salió su primera publicación, a la cual ahora juzga como un texto con “demasiadas frases”. En El corazón transfigurado (1949), separata de la revista América y publicada por la SEP, bajo la dirección de Efrén Hernández y Marco Antonio Millán, Dolores vertió sus veintiséis años repletos de emoción:
El aire lame mis heridos huesos
como enorme animal enloquecido;
el cielo, espada azul sobre mis ojos,
penetra desmembrado y fugitivo.
Y de ahí pa’l real, la poesía se apoderó de sus esencias, le absorbió sus momentos, se le convirtió en necesidad:
Siempre hay alguna necesidad. Uno despierta oyendo un rumor que se tiene que concretar en palabras y luego a organizarlo a una estructura de poemas. La poesía es una necesidad todavía, pero en aquella época era todo, era una forma de decir: yo sigo viviendo y sigo estando presente como yo misma, no fragmentada.
Necesidad de compartir sus escritos con el “Grupo de los Ocho”, con Javier, con sus alumnos y alumnas y con muchos más. Poesía expandida y gozada en talleres, en clases, en círculos literarios o en programas radiofónicos. Poesía esparcida en diferentes espacios y tiempos:
Creo que la poesía es esencia, es ese puente o esa capacidad de la creatividad, de la inteligencia, de la imaginación para ordenar el mundo, porque uno se encuentra con la realidad, pero la realidad es muy desordenada.
Poesía, vínculo de unión entre Dolores y Rosario. Amistad empática, cariño sembrado desde la secundaria. Rosario, la hija solitaria de la familia Castellanos, refugiándose constantemente en la calidez del hogar de Dolores. Rosario y Dolores compartiendo poesía y algo más. Rosario y Dolores transportándose por el ferrocarril de vía angosta rumbo a Guatemala en compañía de Ernesto Cardenal. Rosario y Dolores en Jalapa, en Rapallo, en Nápoles, en Roma buscando a Gabriela, solitaria Mistral de ojos claros y admirada por ambas por sus escritos “en contra de los gringos, contra los sinvergüenzas dictadores de Centro y Sudamérica, en contra del capitalismo”. Rosario y Dolores en un café parisino, donde coincidieron con Sartre y Simone de Beauvoir. Unidad de ambas, ruptura de silencios, inherencia de vida… hasta que Rosario partió.
A cabezadas rompo este silencio
porque terca es la sed.
Y yo, bajo la tempestad,
estoy sedienta.
Y también, en incesante acompañamiento, Javier. El compañero de vida, el luchador social, el hombre sensible y consecuente. Javier Peñalosa, editorialista del diario Excélsior en época de Julio Scherer, argumentista, conocedor y maestro de la lengua española, compartía la vida con Dolores. Querencia recíproca. Empatía literaria y “de todo tipo”. “Queso y vino” para todo aquel alumno que lo visitara en casa. Colega en el trabajo y siete hijos e hijas a quienes había que mantener por medio de una singular actividad:
Yo trabajaba pero no aparte de la casa, con trabajos que diría la gente: “pero ¡por Dios!”. Sin embargo, eran los trabajos que daban un poco de dinero. Hacía los globitos de las historietas y hacer esos globitos era una labor verdaderamente difícil. Él hacía los guiones y ya luego había un dibujante, pero él daba todos los globitos y las partes de abajo. Además, era genial mi marido porque decía: “Voy a hacer la vida de un santo”. Leía y en tres días hacía el guión.
Lorenzo y Pepita, El Conejo de la Suerte, la Pequeña Lulú y hasta Mickey Mouse; Leyendas de América y Vidas Ejemplares. Personajes y escenas animadas en diálogo por la pluma de Javier y de Dolores. Pero a Javier el tiempo se le agotó. Se marchó con la herida inmisericorde que le provocó la sangre del 68. Ante la consternación, la partida. Entonces, la viudez, oscuridad ensanchada ante la ausencia. Dolor hondo. Dolor intenso de Dolores.
Amontono las piedras ardientes
en torno de tu imagen
y me quiero apartar, alejarme,
ya no pensar en ti.
Pero quedo atrapada
recordando
el tibio trato tuyo
sol nuevo y más hermoso cada día
y luego tus acciones
de corte delicado y sorpresivo
más allá de medidas mensurables.
Desmantelar el plural para asumirse en singular. Y a la burocracia… a incrementar los ritmos de trabajo. A “tragarse las lágrimas” ante la ausencia. Había que mantener el hogar. A colocarse a cuestas la rutina intensificada: el Seguro Social, la universidad, la Carlos Septién. Deambular del metro Sevilla a la estación de Balderas. Cansancio y tedio. “La mitad de la vida en autobuses”. La pobreza rondaba, molestaba, acechaba:
Como le decía yo a la directora de Prestaciones Sociales: puedo soñar mucho, pero no puedo resolver mediante mis formas de soñar que mi hijo ya no tiene zapatos. Ahí sí hay que entrarle a la realidad.
Ni modo, a la burocracia, al Comité de Adquisiciones a elaborar minutas, a colmarse de expedientes, cifras y formatos; a rodearse de espectros conformistas en torno al día de pago y a la jubilación. Burocracia que ahoga a la creatividad.
Allá, en las jaulas de oro, los burócratas
del turno vespertino
van tras el humo de sus cigarrillos
fuera de las ventanas.
Ha pasado la hora del café
y del último chisme subido de color.
Los pálidos del ocio
también miran caer la tarde,
mientras todos nos preguntamos:
¿por qué y para qué?
Burocracia aplastante, apabullante, asfixiante. Burocracia que devora sensibilidades, pero no la de Dolores. Su pasión, ajena a los formatos, se fue escapando de los archivos en gris.
Dolores se permitió el lujo de la libertad: “Es bonito llegar a vieja, soy mucho más libre. Tengo que usar mi bastón pero puedo hacer lo que quiero. Ya nomás me tengo que dar mis propias normas, que no son muchas”.
Dolores nunca contó con dinero ni con una “habitación propia” para dedicarse a la escritura, como lo sugería Virginia Woolf. Sin embargo, Dolores engrandeció sus horizontes por medio de la poesía. En diferentes momentos se aferraba al papel y a la pluma, ya fuera en la cocina, en algún rincón de la sala o en el baño para encontrarse con su ser. Al final, la “habitación propia” que la llevó a agigantar su palabra, ha estado siempre en su interior.
Las palabras
agujeros negros
música de tinieblas
piedras lanzadas sobre las conciencias
amplias como un atrio
en donde todos los vientos se dan cita.
· Adaptación de un texto publicado en agosto de 2003 en el suplemento zacatecano “Trópico de Cáncer”.
Por Eva Terán Fuentes
Charla, a ratos, de Dolores Castro con Juan Pablo de Ávila, Francisco Martínez Farfán, José Luis Justes, Carolina Barrera, Claudia Santana, Oscar Santos y Eva Terán durante su visita a Aguascalientes en el marco de los homenajes efectuados con motivo de su octogésimo aniversario en 2003.
Una mañana de junio. Año de 2003.
Allá, en las entrañas de la Casa Terán, la palabra de Dolores se diseminaba lentamente en las sensibilidades de quienes la rodeábamos.
Ambiente silenciado por la palabra. ¡Cómo nos ardían las palabras de Dolores!
Cómo arden, arden
Mientras van a morir empavesadas las palabras
Leñosas o verdes palabras
Palabras, maraña de palabras. Ochenta y tantos años de persistencia literaria. Ochenta y tantos años, iniciados aquí, en Aguas.
Aguascalientes, Zacatecas; Zacatecas, Aguascalientes, disputándose, envidiosas, su infancia. Infancia en lo agreste, infancia de violencia cristera. Infancia de incertidumbre; confusión de temores y aventuras. Infancia enfrentada entre el liberalismo paterno y el conservadurismo materno. Infancia de provincia. Provincia siempre añorada. Provincia de aburrimiento que, en momentos, le provocó la cavilación:
Todavía sigo creyendo que la provincia es la verdadera alma de México. La provincia es aburrida, pero el aburrimiento es algo que uno no debería de rechazar. Cuántas tardes de aburrimiento en domingo me hicieron a mí pensar en tantas cosas.
Aburrimiento que se fue diluyendo en la ciudad capital. Su hogar, siempre itinerante, deambulaba entre la Guerrero, las Lomas y la del Valle. Hogar de cinco hermanas. Hogar en el que el libro se convirtió en pilar central:
Mi padre, cuando estaba de buen humor, nos traducía del alemán cuentos. Era de pocas palabras y de mucho pensamiento y sensibilidad.
Algunos libros clásicos propiedad del señor Castro propiciaron su interés. Las lecturas del padre la tentaron hacia la literatura… entonces, Dolores comenzó a leer, a penetrar en el vasto mundo de las letras ¿Y cómo?, ingresando a la universidad, aunque para ello hubiese que caminar a contracorriente, por el solo hecho de ser mujer: “No faltaba quien le dijera a uno: las mujeres a la cocina”.
Pero no importaba. Juventud agitada, juventud que todo lo puede. Su juventud, caudal de vibraciones, de palpitaciones, de exaltaciones:
Mi juventud se tiende como el ala
rígida y negra de una golondrina.
Se me estremecen muy espesos árboles
y me duelen las aguas más tranquilas.
Juventud dispersa entre las Facultades de Filosofía y Derecho. Sí, había que estudiar leyes ante el temor del padre que “consideraba con toda razón que yo con la literatura no iba a vivir económicamente”.
Pero no fue así. Dolores optó por la pluma para dedicar sus tiempos a la tarea de escribir. Así salió su primera publicación, a la cual ahora juzga como un texto con “demasiadas frases”. En El corazón transfigurado (1949), separata de la revista América y publicada por la SEP, bajo la dirección de Efrén Hernández y Marco Antonio Millán, Dolores vertió sus veintiséis años repletos de emoción:
El aire lame mis heridos huesos
como enorme animal enloquecido;
el cielo, espada azul sobre mis ojos,
penetra desmembrado y fugitivo.
Y de ahí pa’l real, la poesía se apoderó de sus esencias, le absorbió sus momentos, se le convirtió en necesidad:
Siempre hay alguna necesidad. Uno despierta oyendo un rumor que se tiene que concretar en palabras y luego a organizarlo a una estructura de poemas. La poesía es una necesidad todavía, pero en aquella época era todo, era una forma de decir: yo sigo viviendo y sigo estando presente como yo misma, no fragmentada.
Necesidad de compartir sus escritos con el “Grupo de los Ocho”, con Javier, con sus alumnos y alumnas y con muchos más. Poesía expandida y gozada en talleres, en clases, en círculos literarios o en programas radiofónicos. Poesía esparcida en diferentes espacios y tiempos:
Creo que la poesía es esencia, es ese puente o esa capacidad de la creatividad, de la inteligencia, de la imaginación para ordenar el mundo, porque uno se encuentra con la realidad, pero la realidad es muy desordenada.
Poesía, vínculo de unión entre Dolores y Rosario. Amistad empática, cariño sembrado desde la secundaria. Rosario, la hija solitaria de la familia Castellanos, refugiándose constantemente en la calidez del hogar de Dolores. Rosario y Dolores compartiendo poesía y algo más. Rosario y Dolores transportándose por el ferrocarril de vía angosta rumbo a Guatemala en compañía de Ernesto Cardenal. Rosario y Dolores en Jalapa, en Rapallo, en Nápoles, en Roma buscando a Gabriela, solitaria Mistral de ojos claros y admirada por ambas por sus escritos “en contra de los gringos, contra los sinvergüenzas dictadores de Centro y Sudamérica, en contra del capitalismo”. Rosario y Dolores en un café parisino, donde coincidieron con Sartre y Simone de Beauvoir. Unidad de ambas, ruptura de silencios, inherencia de vida… hasta que Rosario partió.
A cabezadas rompo este silencio
porque terca es la sed.
Y yo, bajo la tempestad,
estoy sedienta.
Y también, en incesante acompañamiento, Javier. El compañero de vida, el luchador social, el hombre sensible y consecuente. Javier Peñalosa, editorialista del diario Excélsior en época de Julio Scherer, argumentista, conocedor y maestro de la lengua española, compartía la vida con Dolores. Querencia recíproca. Empatía literaria y “de todo tipo”. “Queso y vino” para todo aquel alumno que lo visitara en casa. Colega en el trabajo y siete hijos e hijas a quienes había que mantener por medio de una singular actividad:
Yo trabajaba pero no aparte de la casa, con trabajos que diría la gente: “pero ¡por Dios!”. Sin embargo, eran los trabajos que daban un poco de dinero. Hacía los globitos de las historietas y hacer esos globitos era una labor verdaderamente difícil. Él hacía los guiones y ya luego había un dibujante, pero él daba todos los globitos y las partes de abajo. Además, era genial mi marido porque decía: “Voy a hacer la vida de un santo”. Leía y en tres días hacía el guión.
Lorenzo y Pepita, El Conejo de la Suerte, la Pequeña Lulú y hasta Mickey Mouse; Leyendas de América y Vidas Ejemplares. Personajes y escenas animadas en diálogo por la pluma de Javier y de Dolores. Pero a Javier el tiempo se le agotó. Se marchó con la herida inmisericorde que le provocó la sangre del 68. Ante la consternación, la partida. Entonces, la viudez, oscuridad ensanchada ante la ausencia. Dolor hondo. Dolor intenso de Dolores.
Amontono las piedras ardientes
en torno de tu imagen
y me quiero apartar, alejarme,
ya no pensar en ti.
Pero quedo atrapada
recordando
el tibio trato tuyo
sol nuevo y más hermoso cada día
y luego tus acciones
de corte delicado y sorpresivo
más allá de medidas mensurables.
Desmantelar el plural para asumirse en singular. Y a la burocracia… a incrementar los ritmos de trabajo. A “tragarse las lágrimas” ante la ausencia. Había que mantener el hogar. A colocarse a cuestas la rutina intensificada: el Seguro Social, la universidad, la Carlos Septién. Deambular del metro Sevilla a la estación de Balderas. Cansancio y tedio. “La mitad de la vida en autobuses”. La pobreza rondaba, molestaba, acechaba:
Como le decía yo a la directora de Prestaciones Sociales: puedo soñar mucho, pero no puedo resolver mediante mis formas de soñar que mi hijo ya no tiene zapatos. Ahí sí hay que entrarle a la realidad.
Ni modo, a la burocracia, al Comité de Adquisiciones a elaborar minutas, a colmarse de expedientes, cifras y formatos; a rodearse de espectros conformistas en torno al día de pago y a la jubilación. Burocracia que ahoga a la creatividad.
Allá, en las jaulas de oro, los burócratas
del turno vespertino
van tras el humo de sus cigarrillos
fuera de las ventanas.
Ha pasado la hora del café
y del último chisme subido de color.
Los pálidos del ocio
también miran caer la tarde,
mientras todos nos preguntamos:
¿por qué y para qué?
Burocracia aplastante, apabullante, asfixiante. Burocracia que devora sensibilidades, pero no la de Dolores. Su pasión, ajena a los formatos, se fue escapando de los archivos en gris.
Dolores se permitió el lujo de la libertad: “Es bonito llegar a vieja, soy mucho más libre. Tengo que usar mi bastón pero puedo hacer lo que quiero. Ya nomás me tengo que dar mis propias normas, que no son muchas”.
Dolores nunca contó con dinero ni con una “habitación propia” para dedicarse a la escritura, como lo sugería Virginia Woolf. Sin embargo, Dolores engrandeció sus horizontes por medio de la poesía. En diferentes momentos se aferraba al papel y a la pluma, ya fuera en la cocina, en algún rincón de la sala o en el baño para encontrarse con su ser. Al final, la “habitación propia” que la llevó a agigantar su palabra, ha estado siempre en su interior.
Las palabras
agujeros negros
música de tinieblas
piedras lanzadas sobre las conciencias
amplias como un atrio
en donde todos los vientos se dan cita.
· Adaptación de un texto publicado en agosto de 2003 en el suplemento zacatecano “Trópico de Cáncer”.
CUESTIONARIO “LT” A DOLORES CASTRO VARELA
¿Qué palabra utiliza con más frecuencia?
-Vivir.
-Vivir.
Último libro que encontró admirable.
-Memoria de los cuerpos, poemas de Max Rojas.
¿Y qué película?
-No veo mucho cine.
¿Qué disciplina artística le gusta, además de la suya?
-Me interesan mucho las artes plásticas y la música.
¿Qué música le conmueve?
-Toda: clásica y popular, jazz y blues.
¿Qué le indigna?
-La injusticia me indigna poderosamente, y no especialmente contra mí.
¿Y qué le alegra?
-Vivir me alegra.
¿Por qué ciudad siente especial debilidad?
-Siento debilidad por dos ciudades que fueron un solo estado: Zacatecas y Aguascalientes, donde nací; pero también amo los estados de Chiapas, Oaxaca, Tamaulipas, Durango, San Luis Potosí, Tabasco, Campeche, Colima, Veracruz (así en desorden).
¿Qué momento del día le es especial?
¿Qué momento del día le es especial?
-Disfruto particularmente el despertar, la mañana.
¿Cómo descubrió su vocación?
- Descubrí mi vocación al contemplar de niña, desde el vuelo de las moscas, en el aire transparente, hasta las constantes preguntas sin respuesta sobre las casas derruidas que me rodeaban por todas partes en Zacatecas, o los nuevos tallos de las plantas cuando visitaba el rancho en Calera, Zac.¿Se identifica con algún personaje de ficción?-Quizá con cualquier personaje de ficción mientras leo, ya que al leer me tiro de clavado en la lectura. Como tengo muchos años, mi personaje de ficción, yo, no aparezco ni en la única novela que escribí.
- Descubrí mi vocación al contemplar de niña, desde el vuelo de las moscas, en el aire transparente, hasta las constantes preguntas sin respuesta sobre las casas derruidas que me rodeaban por todas partes en Zacatecas, o los nuevos tallos de las plantas cuando visitaba el rancho en Calera, Zac.¿Se identifica con algún personaje de ficción?-Quizá con cualquier personaje de ficción mientras leo, ya que al leer me tiro de clavado en la lectura. Como tengo muchos años, mi personaje de ficción, yo, no aparezco ni en la única novela que escribí.
OJO RAJADO
Poema con y para Dolores Castro
Juan Pablo de Ávila
Para Sinú Romo.
A veces ya no cabe en lo posible
lo que sucede aquí:
en vez de pecho a pecho por el amor fundidos ... ”
Dolores Castro.
I
“Detén este cordel mientras los ato.”*
Todos, atados, corremos sin rostro.
Y cada uno nos ahorcamos con el pasado
partido de los pobres y cometa
silla, mesa y el despertador a una mañana.
Conocí de él como quien abre su detalle,
enciende su cerillo; el más íntimo, el más querido,
como quien desabotona la noche
y le da monedas a la profundidad del silencio.
Era de los que perseguían tomar el cielo por asalto
era de los que toman el horizonte con metralla
era de los que no duermen ante las puertas.
“Deben atarse bien, de dos en dos, dedos pulgares.”*
Debe atarse bien la retina cobarde
para que aparezca asfixiado a las orillas de un río maloliente y triste. Choque de los sueños.
“Sólo te digo que tengas el cordel,
no que les mires a los ojos.
Sólo se trata de colgarlos de los dedos
y que hablen.”*
II.-
“¿Y qué quieres? Este no habla.”*
Somos el ahorcado que ahorcándose nos crea.
Aún nos exigen que hablemos.
Somos él y su hilarante sonrisa
tirado ante el río tiritante:
“Este es de esos desgraciados
que se tragan el miedo de un bocado.”*
De los que salen con ristre
de ésos nunca ceniza.
Siempre fuego y abrevadero.
Éste es de ésos...
Sin fugaz agalla rodante, puñado de olas, corazón desvelado, costilla siempre cayendo, escupiendo, cogiendo el remolino, llanto...
yo no me atrevo a mirar, hijo que espera el pellizco, pecho tembloroso de la amistad, amigo olvidado, libro que golpea la avenida donde los semáforos han alocado...
III.-
Háblame para que me duela el silencio
Porque... “Duelen los dedos, duelen.
Los pulgares.”* Duele este roble esclavo,
tanta distancia.
Cometa de surcos,
vacío lloroso y tiempo...
Enséñame los dedos perpetuos
los que siguen colgados, atados.
¿Cuándo la temporada para que el dolor florezca?
¿A dónde subir las anclas del riesgo?
Pero aún resolviendo las preguntas, duele:
“Y duele
que se acerquen a ver cómo nos duele
y duele
que esto
ya no le duela
a nadie.”*
* Poema “Tríptico” de Dolores Castro.
Juan Pablo de Ávila
Para Sinú Romo.
A veces ya no cabe en lo posible
lo que sucede aquí:
en vez de pecho a pecho por el amor fundidos ... ”
Dolores Castro.
I
“Detén este cordel mientras los ato.”*
Todos, atados, corremos sin rostro.
Y cada uno nos ahorcamos con el pasado
partido de los pobres y cometa
silla, mesa y el despertador a una mañana.
Conocí de él como quien abre su detalle,
enciende su cerillo; el más íntimo, el más querido,
como quien desabotona la noche
y le da monedas a la profundidad del silencio.
Era de los que perseguían tomar el cielo por asalto
era de los que toman el horizonte con metralla
era de los que no duermen ante las puertas.
“Deben atarse bien, de dos en dos, dedos pulgares.”*
Debe atarse bien la retina cobarde
para que aparezca asfixiado a las orillas de un río maloliente y triste. Choque de los sueños.
“Sólo te digo que tengas el cordel,
no que les mires a los ojos.
Sólo se trata de colgarlos de los dedos
y que hablen.”*
II.-
“¿Y qué quieres? Este no habla.”*
Somos el ahorcado que ahorcándose nos crea.
Aún nos exigen que hablemos.
Somos él y su hilarante sonrisa
tirado ante el río tiritante:
“Este es de esos desgraciados
que se tragan el miedo de un bocado.”*
De los que salen con ristre
de ésos nunca ceniza.
Siempre fuego y abrevadero.
Éste es de ésos...
Sin fugaz agalla rodante, puñado de olas, corazón desvelado, costilla siempre cayendo, escupiendo, cogiendo el remolino, llanto...
yo no me atrevo a mirar, hijo que espera el pellizco, pecho tembloroso de la amistad, amigo olvidado, libro que golpea la avenida donde los semáforos han alocado...
III.-
Háblame para que me duela el silencio
Porque... “Duelen los dedos, duelen.
Los pulgares.”* Duele este roble esclavo,
tanta distancia.
Cometa de surcos,
vacío lloroso y tiempo...
Enséñame los dedos perpetuos
los que siguen colgados, atados.
¿Cuándo la temporada para que el dolor florezca?
¿A dónde subir las anclas del riesgo?
Pero aún resolviendo las preguntas, duele:
“Y duele
que se acerquen a ver cómo nos duele
y duele
que esto
ya no le duela
a nadie.”*
* Poema “Tríptico” de Dolores Castro.
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